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Lecciones de la Otra política frente a las ‘Motosierras’

  • Foto del escritor: Rogelio Regalado Mujica
    Rogelio Regalado Mujica
  • 19 abr 2024
  • 5 Min. de lectura

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El 10 de diciembre del 2023, Javier Milei tomó posesión como presidente de Argentina. Su propuesta forma parte de una serie de gobiernos de extrema derecha que, especialmente a partir de la segunda década del siglo XXI, han estirado la geometría política a nivel global a través del Estado. Como ha sucedido en otros países de la región, Milei ha triunfado contra el progresismo que tenía a Alberto Fernández como su representante en la Casa Rosada.

La agenda del actual presidente argentino se presenta como el otro lado de la moneda de los programas llevados a cabo tanto por los Kirchner, como más parcialmente por Alberto Fernández. En su giro libertario, uno de los proyectos que ha estado en el centro de la crítica es el paquete de reformas conocido como ‘ley ómnibus’, que viene detrás de la devaluación radical del peso y la firma de un decreto de necesidad y urgencia que avanza sobre su prometida ‘terapia del shock’, la forma principal para lidiar con la crisis generalizada que está causando un gran sufrimiento en la nación del cono sur.

La ‘ley ómnibus’ se acompañó con fuertes protestas proveniente de distintos sectores que el Estado reprimió brutalmente, implementando un protocolo de seguridad que ha intentado controlar y restringir con lujo de violencia los levantamientos populares.

En particular, el impopular paquete consiste en una transformación general del Estado hacía uno de corte hiper-liberal, acompañado de poderes extraordinarios para el ejecutivo que pone en riesgo incluso los principios más elementales de las democracias liberales. El derecho a la manifestación, por ejemplo, se puso contra las cuerdas con medidas sumamente punitivas que buscan desarticular cualquier resistencia al poder oficial. Pero el paquete a día de hoy ya tuvo sus primeros frenos formales que le han moderado y que han hecho que continue en discusión en los mecanismos oficiales. De alguna manera, las expresiones de la manifestación popular mostraron lo que ‘la otra política’ puede hacer cuando se promueve incoherentemente la agudización de la crisis como la única manera de salir de la misma. En este sentido, uno de los aspectos que más ha movilizado a la población argentina es la amenaza que el proyecto representa para el medio ambiente.

Como parece que ya es costumbre en el esquema de la ultraderecha, Milei es un negacionista de la crisis climática. El presidente argentino hizo una de los pilares de su campaña la oposición al llamado ‘marxismo cultural’, en donde engloba al consenso de la comunidad científica que en parte está representado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas.  

La ‘ley ómnibus’ confirmó su desprecio por el medio ambiente con el denominado ‘capítulo ambiental’ que sustancialmente modificaría la Ley de Glaciares, la Ley de Bosques y la Ley de Quemas. Estos tres aspectos estaban dispuestos centralmente para regular y proteger a algunos sectores específicos del medio ambiente contra proyectos de inversión que ponían en riesgo su existencia y generaban impactos sumamente negativos en el cambio climático. Al mismo tiempo, la existencia de estas leyes no puede atribuirse a la voluntad de algunos grupos en la política oficial, al menos no fundamentalmente, sino a la movilización del campo popular que, a través de distintas formas de organización, presionaron para avanzar en la materia. En este aspecto se debe comprender que hay una gran cantidad de personas que demandan y siguen demandando la acción contra la devastación ambiental aunque no les afecta directamente en el inmediato, aunque para otros grupos la cuestión es no menos que vital. Esto no sólo por los efectos que el cambio climático está provocando en sus territorios, sino por la naturaleza de los proyectos de inversión que a despojan a las comunidades, generan zonas de violencia y/o aniquilan la posibilidad de reproducir la vida, negando en su totalidad las formas de subsistencia de aquellas comunidades. En este sentido, la aparición de la ‘ley ómnibus’ no debe comprenderse primordialmente como una contienda contra los opositores políticos que llevaron al congreso la agenda ambiental; más bien es una agresión contra la movilización popular que resiste frente la negación de su existencia.

Afortunadamente, ha sido esta misma movilización popular la que ha apuntalado el fracaso de las reformas voraces. La inmediata articulación de distintos movimientos tanto liberales como radicales que se opusieron al capítulo ambiental, logró que el proyecto inicial tuviera que ser reformulado. En concreto, fueron más de 150 organizaciones las que en enero de este mismo año firmaron la solicitud para que los diputados no pudieran siquiera discutirla en el pleno. Al momento, el proyecto se ha rebajado a la llamada ‘ley ómnibus descargada’, pero muchas propuestas continúan intactas y otras siguen siendo terriblemente problemáticas, por lo que las muestras de inconformidad y las estrategias de resistencia que conllevan se siguen desarrollando.

En este sentido, una de las acciones más fructíferas tiene que ver con la confluencia de intereses que han dado paso a una interconexión nacional. Las bases populares han mostrado que se pueden aprovechar los distintos recursos que tienen sectores particulares para trazar líneas comunes que extiendan sus lazos no sólo en la oposición al proyecto represivo, sino aludiendo también a los elementos positivos para la construcción de otra forma política. Por ejemplo, la protección medioambiental —al menos discursivamente—goza de gran prestigio a nivel internacional, de manera que sus demandas tienen una larga fila que les respalda. Ese prestigio ha ayudado a que trabajadores mineros puedan visibilizar su condición actual y lo que les espera con las reformas que se pretenden lanzar, por lo que sus demandas laborales se anclan a la justicia climática en una clave general de dignidad. Es decir, la experiencia nos muestra que la incorporación de cada vez más sectores que no falsamente convergen en el problema, genera contrapesos más efectivos. El esfuerzo de los movimientos obreros, estudiantiles, ecologistas, feministas, entre otros, pone sobre la mesa un obstáculo para la reproducción de la ‘motosierra’ —como Milei caricaturizó su campaña— y desmotiva su reproducción por el mundo.

En los meses siguientes tendremos que mantener bajo la lupa a la situación en Argentina, mientras seguimos atendiendo la forma en que la otra política continua su escala a nivel global.

Finalmente, el caso argentino nos muestra que, frente a un Estado que se desenmascara totalmente a favor de la acumulación —lo que incluso tiende contra sí mismo—, la defensa de la vida se pronuncia con distintos niveles de independencia y autonomía. En ocasiones, la lectura sobre la emergencia de tipos Milei en las preferencias electorales, hace pensar que el hartazgo sólo puede canalizarse en proyectos de orden viril-autoritario, pero cuando el terror intenta lanzar su asedio a toda marcha, las respuestas hacen evidente que el campo todavía está en disputa.

*Fotografía AFP-Springer


 
 
 

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