El Inicio: 2024, Crisis y la Otra Política
- Rogelio Regalado Mujica
- 16 mar 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 18 mar 2024

El 1 de marzo del 2024 arrancó la campaña electoral en México. El país forma parte de un proceso global que puede que no haya tenido precedentes en la era de la democracia liberal por la cantidad de votantes que darán vida al ritual más grande de nuestros tiempos.
El suceso es aún más relevante porque la democracia se ha (auto)posicionado como el ‘único’ modo posible para guiar la transformación social a gran escala. La exclusividad de la que goza se ha tejido entre la contención de proyectos alternativos de emancipación radical y la preservación del orden dominante. Por ello, para algunos sectores sociales, el proceso sigue siendo motivo de esperanza, aunque su puesta en práctica también expresa el agotamiento de las ilusiones en los proyectos ‘tradicionales’ en los que ha operado y ha venido posicionando en su lugar enfoques ‘alternativos’ que llegan a atentar contra los intereses racionales de los propios electores. Con todo y el adverso contexto, siguen celebrando las instituciones oficiales la marcha de la política tal cual es, por más que en su desarrollo se mantenga latente la posibilidad del terror.
Pero una cosa que es claramente visible en este panorama, es que cualquier narrativa democrática, represente el paradigma que represente, no puede evitar tratar con la crisis generalizada que nos agrede y que pronuncia la necesidad de proyectos con respuestas urgentes. En cualquier geografía, en mayor o menor medida, se necesita acentuar los efectos que la crisis tendrá en los próximos años en sus dimensiones financiera, sanitaria, energética, civilizatoria, climática, de seguridad, etc. Si se pretende que la vida, más allá de la mera supervivencia, pueda siquiera pensarse en futuro, necesitamos tratar muy seriamente a las claves de la crisis que puede ser terminal en el siglo XXI. De aceptar esto, no debería de haber campaña válida que no tenga como eje central su problematización profunda. La cuestión es que, al menos desde finales de los años 60’s y su ciclo revolucionario, esto es justamente lo que ha encendido la magia de la política: el desarrollo de una mercadotecnia que jura tener la solución final del apocalipsis, ¡tan sencillo como eso! Pero su falsedad ya es estruendosa. Sólo la ingenuidad infantil que perdura en nosotros y nosotras se contenta con la promesa de un sitio mejor que será alcanzado por fórmulas simples. En el fondo sabemos que no llegará la salvación desde los capitolios y que, si insistimos en el juego tal cual es, no nos queda más que la esperanza depositada en el infinito ‘quizá el siguiente’.
Se trata, por lo tanto, de problematizar la crisis, pero también de tener precaución con los distractores.
Sobre todo porque, como mencionamos antes, su dimensión actual nos tiene muy cerca de la catástrofe y requiere de acciones urgentes. Es probable que ya no tengamos mucho más tiempo para otros ‘quizá el siguiente’, pero de igual manera tendremos que lidiar con lo que sigue en el inmediato, porque la continuación de la política liberal que sostiene a los Estados modernos seguirá su camino pisando los escombros. Por eso, al mismo tiempo que se tratan las rutas oficiales, se pone atención también en el aquí y ahora, en donde se intentan articular claves para pensar políticamente en claves alternativas a las confeccionadas desde Occidente, trenzándolas con la crítica más aguda que nos sea posible.
Aunque la paradoja ‘acciones urgentes-no respuestas simples’ complica la vía para encontrar lo que en verdad se requiere, tiene la ventaja de revelar fácilmente a los vendedores de humo que se han disparado en los últimos años. Algunos podrían pensar que es obvio que el tipo de respuestas cargadas de manotazos, cabellos despeinados y mucho espectáculo son absurdas, pero la evidencia nos dice que no todas las personas están de acuerdo con esto. Sus soluciones pueden tener poca sustancia, pero muchos votos. Y pese a que no hay posturas inocentes en la búsqueda del poder del Estado, nos parecen más preocupantes aquellas que están ancladas a las políticas de exclusión que giran alrededor de la identidad, atentando directamente y sin pudor contra múltiples formas de vida. No es exagerado decir que algunas de estas variantes cargan con un potencial tan aterrador como el genocidio, lo que exige nuestra atención plena a las señales.
Por supuesto que no todas las propuestas que operan contra lo constituido pueden ser calificadas de la misma forma, pero, quizá por la gran presión en el ambiente, se ha acentuado la confusión entre peras y manzanas. Es decir, proyectos enarbolados en la justicia social son equiparados con el autoritarismo y viceversa. Aunque efectivamente hay un punto de encuentro entre el progresismo, o la llamada izquierda, y los esquemas libertarios, o la llamada derecha —y no nos referimos a la postura que sostiene que los extremos coinciden en su puntas, sino mucho más en su sustancia—, también hay diferencias sustanciales que hacen que la movilización en las urnas, en algunos casos en concreto, sea más relevante que en otros. De acuerdo con lo que se ponga sobre la mesa será la estrategia política para seguir, pero es importante no olvidar dos cuestiones que nos parecen imprescindibles: la primera es que las urnas no son, ni por mucho, suficientes para satisfacer las demandas. Debemos de tener mucha claridad sobre los límites que las opciones disponibles ofrecen en ese campo. Después de todo, si un proyecto quiere tan solo aparecer en la boleta electoral, debe de alinearse al marco de lo permitido, por lo que un ejercicio de verdadera autonomía está muy alejado de los límites que impone la democracia existente.
La segunda cuestión es que, independientemente de la geografía en la que se desarrolle uno u otro evento, debido a la interdependencia —con todo y su asimetría— de la vida contemporánea, los sucesos que parecen alejados afectan nuestra propia dinámica. Esto, por una parte, porque cualquier forma de vida alcanzada por la violencia específica de nuestros tiempos constituye una agresión contra toda la vida en sí, pero también porque la naturaleza de la red que se ha tejido ha multiplicado sus nodos a tal grado que básicamente en cualquier punto se podría producir un sismo general. Evidentemente, siguen existiendo puntos de referencia que parecen ser fuerzas concéntricas, como las elecciones en Estados Unidos que pueden arrastrar en sus resultados a otras latitudes, pero el argumento es que la tendencia responde más a la dinámica general que a procesos particulares.
De manera que lo que está en jugo este año es clave no sólo por la cantidad de proyectos existentes, sino por los debates y discusiones que puede abrir entorno a la dinámica crítica en que habitamos. Por eso, a lo largo de los próximos meses, intentaremos incidir en la discusión a través de comentarios sobre distintos procesos electorales y de las prácticas que constituyen otra política, otra manera de actuar contra la crisis bajo un horizonte que anhela otro mundo posible.
Nos esperan tiempos difíciles, pero mientras la reflexión sea posible, mientras produzcamos espacios de crítica, resistencia, solidaridad y construcción de algo distinto, la moneda sigue en el aire. Después de todo, como dijo T. W. Adorno, “el curso del mundo no es absolutamente cerrado ni tampoco la desesperación absoluta.”
Rogelio Regalado Mujica
*Fotografía de Fred Murphy
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